El blog es una rareza sólo en lo inmediato. La identidad digital pensamos que iba a ser a través de los blogs, pero eso que llamamos “redes sociales” lo ha substituido en el discurso. Muy apoyado por los medios de comunicación tradicionales, que han demostrado sobradamente que nunca han entendido lo que les pasa. Un blog es algo bastante diferente a una columna de opinión: es un mecanismo de autopublicación que permite establecer relaciones de conocimiento y cooperación en términos de igualdad con otros: eso es gracias a los enlaces y los pingbacks, conceptos que hoy carecen de prestigio. La “actitud” y el estado mental del blogger es de aprendizaje: acabas escribiendo para saber lo que piensas.
Por otro lado, las tecnologías que hacen posibles blogs como éste son muy superiores y trascendentes al nombre “blog”. Precisamente ahora que el mundo se ha saturado de perfiles “en las redes” y en todos los canales comunicativos, la capacidad de ofrecer contenido y reflexión original y autónoma (es decir, no condicionada a los formatos que imponen Google, Facebook, Twitter et al) se está convirtiendo en un arma de diferenciación y de construcción de identidad relevante para todo tipo de personas y organizaciones. Léase identidad aquí abarcando conceptos tan lejanos como “marca” y hasta “seo”.
El “blog” no es cool, pero lo que hace y las tecnologías que tiene subordinadas siguen siendo profundamente transformadoras. Y eso sigue aunque no genere hype.
